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"HACER EL GANSO"



TENER ALGO DE GANSO:

Si observamos los gansos cuando migran para el invierno, veremos que vuelan formando una V.
Tal vez les interese saber lo que la ciencia ha descubierto acerca de por qué vuelan de esa forma.

Se ha comprobado que cuando cada pájaro bate sus alas, produce un movimiento en el aire que ayuda al pájaro que va detrás de él.
Volando en V la bandada completa aumenta por lo menos en un 71 % más su poder que si cada pájaro volara solo.
Cada vez que un ganso se sale de la formación, siente inmediatamente la resistencia del aire, se da cuenta de la dificultad de hacerlo solo y rápidamente regresa a su formación para poder beneficiarse del poder del compañero que va adelante.
Cuando el líder de los gansos se cansa, pasa a uno de los puestos de atrás y otro ganso toma su lugar. Los gansos que van detrás graznan para alentar a los que van delante a mantener su velocidad.

Finalmente, cuando un ganso se enferma o cae herido por un disparo, otros dos gansos se salen de la formación y lo siguen para ayudarlo y protegerlo.
Se quedan acompañándolo hasta que está nuevamente en condiciones de volar o hasta que se muere, y solo entonces los dos acompañantes vuelven a su bandada o se unen a otro grupo.

Tres grandes enseñanzas saco de los gansos:

* La importante ventaja de trabajar en grupo.
* La necesidad de saber resignar el liderazgo y,
* El valor que tiene alentar y ayudar a los compañeros.

Por eso en estos momentos de individualismo a ultranza, puede ser todo un elogio que lo traten a uno de "ganso".


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Protege la identidad de tu empresa

Protege la identidad de tu empresa

13 diciembre 2007


Toda empresa posee dos activos esenciales que la configuran como tal, y le son característicos. Se trata de una identidad única, es decir, su imagen, plasmada no sólo en un logotipo y unas siglas, sino también a través de, por ejemplo, su página web; y su nombre comercial, mediante el que canaliza la comercialización de sus productos y servicios tanto en el mundo real como en internet.

Y esta afirmación tan simple tiene una trascendencia sin par. El cliente asociará automáticamente una web, producto o servicio con el nombre de la empresa, su logotipo, o su marca comercial, es decir, con sus signos distintivos que la diferencian de sus competidores directos y la posicionan con respecto a ellos en el mercado.

Por eso toda empresa debe proteger estos dos activos para evitar el aprovechamiento indebido de terceros malintencionados o de sus competencia.


¿De qué forma protegeremos nuestra identidad y nuestros nombres comerciales?
Pues siguiendo tres sencillos pasos.

* En primer lugar, registraremos nuestras marcas y nuestros nombres comerciales en la Oficina Española de Patentes y Marcas.
* En segundo lugar, adquiriremos nuestros nombres de dominio a través de un registrador autorizado por Nic.es.
* Por último, si somos empresa (esto no es obligatorio para autónomos), inscribiremos nuestros dominios en el Registro Mercantil Central.

Una vez hecho ésto, nos habremos blindado contra terceros malintencionados que busquen hacer negocio a nuestra costa, aprovechando nuestra identidad o nuestros productos para lucrarse, o simplemente pondremos el Derecho a nuestro favor para el supuesto en que en un futuro pueda ocasionarse algún conflicto relacionado con la propiedad industrial, intelectual o el uso de nombres de dominio relacionados con nosotros.

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RECOMENDACIONES AL EMPRESARIO PARA PROTEGER SUS DISTINTIVOS Y MEDIOS DE IDENTIFICACIÓN EN EL TRÁFICO.


1.- Debe hacer las investigaciones oficiales previas ante la OEPM, el Registro Mercantil Central y Red.es y cualesquiera otros registradores de nombres de dominio en Internet para conocer si el nombre o signos identificativos elegidos han sido inscritos antes por otro empresario en uno o en varios de dichos registros.

2.- Debe tener presente que, antes de iniciar cualquier actividad mercantil con los signos elegidos, es conveniente efectuar la reserva o inscripción en el Registro o Registros de su interés para evitar que un tercero se adelante en su inscripción.

3.- Debe saber que si opta por no registrar el nombre o signos identificativos en alguno de los registros anteriormente mencionados, es posible que un tercero pueda inscribir ese mismo nombre con el consiguiente perjuicio.

4.- El registro de la marca o nombre comercial no es obligatorio, pero el nacimiento del derecho exclusivo sobre los mismos nace del registro válidamente efectuado (art. 2.1.Ley de Marcas).

5.- Puede actuar en el tráfico mercantil sin constituirse como sociedad (salvo supuestos específicamente regulados por las leyes).
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s2t2 -Más allá del conocimiento, la intuición

Más allá del conocimiento, la intuición

Constituye un valioso recurso para los seres humanos y, quizá de manera especial, para los empresarios y directivos. Muchos, como Bill Gates, lo admiten abiertamente: "A menudo te tienes que guiar por la intuición". Se viene ciertamente reconociendo que a la intuición corresponde un papel de creciente importancia en la toma de decisiones por los altos directivos, de modo que este proceso subconsciente —en buena medida desconocido y del que pueden brotar trascendentes revelaciones— ocupa un lugar incuestionable en el management. Las escuelas de negocios no parecían ocuparse mucho de la intuición, pero podía ser tanto por la dificultad de desarrollarla como por el riesgo de generar un tipo de líderes visionarios que, dejándose llevar por una pretendida intuición, desatendieran el cultivo de la capacidad de análisis y de la prudencia. Como seguramente no es intuición todo lo que reluce, los expertos nos invitan a reconocer la intuición cuando se presenta, y nos piden que no cerremos las puertas a la razón y al conocimiento explícito.


Mediante algunas definiciones de diccionario, podemos hacer una primera aproximación al concepto que nos ocupa:

"Facultad de conocer, o conocimiento obtenido, sin recurrir a la deducción o razonamiento", "Percepción clara, íntima, instantánea de una idea o verdad, como si se tuviera a la vista y sin que medie razonamiento"

... Sí, digamos ya que nos podemos referir a la intuición como cualidad de los intuitivos, como acción de intuir y también como mensaje intuido. Pero algunos expertos nos permiten profundizar en el fenómeno: Carl Jung insiste en que la intuición no es contraria a la razón, sino que reside fuera de la misma; Weston Agor se refiere a la intuición como "capacidad de integrar y utilizar la información almacenada en ambos lados del cerebro", y nos dice también que "las señales intuitivas se transmiten en forma de sentimientos"; Burke y Miller sostienen que "la intuición resulta de un proceso mental subconsciente, que se sustenta en la historia anterior del individuo"; Jagdish Parikh habla de "acceso a la reserva interna de pericia y experiencia acumulada durante años, y obtención de una respuesta, o de un impulso para hacer algo, o de una alternativa elegida entre varias, todo ello sin ser consciente de cómo se obtiene"; Vaughan parece ir más lejos: "La intuición nos permite recurrir a la enorme provisión de conocimientos de los que no somos conscientes, incluyendo no sólo todo lo que uno ha experimentado o aprendido intencionada o subliminalmente, sino también la reserva infinita del conocimiento universal, en la que se superan los límites del individuo". Obsérvese que, aunque no todos los expertos lo vean inicialmente así, Frances Vaughan contemplaba la intuición como fenómeno colectivo: quizá vale la pena reflexionar sobre ello.

Pero son muchos los expertos que se han ocupado del tema: Herbert Simon sostiene que la esencia de la intuición yace en una organización del conocimiento tácito que permita su rápida identificación y transformación en conocimiento explícito; para Sorokin existen tres formas de verdad: la sensorial, la racional y la intuitiva; Robert K. Cooper apunta que la honradez emocional favorece sensiblemente la intuición y que ésta, entre otros efectos, nutre la empatía; también Janice Redford y Robert McPherson relacionan decididamente la intuición y la empatía, y recuerdan que las personas intuitivas pueden observar un conflicto desde la perspectiva de cada parte; Peter Senge dice que "los individuos dotados de elevado dominio personal (una de sus conocidas "disciplinas") no se plantean elegir entre la razón y la intuición, como tampoco se les ocurriría caminar con una sola pierna o mirar con un solo ojo"; y, por si quedara duda, Einstein decía que "la intuición es lo único que realmente vale". Ya se entenderá que todos estos expertos (y otros no citados) dijeron más cosas y aun más interesantes sobre la intuición y a ellos remitiríamos al lector que deseara avanzar en el tema. Bueno, un par de alusiones más: dice Goleman que "la sensibilidad intuitiva instantánea podría ser el vestigio de un primitivo y esencial sistema de alarma, cuya función consistía en advertirnos del peligro..."; y el ya citado Jagdish Parikh (quizá uno de los expertos que más ha estudiado la intuición entre los directivos) sostiene, entre otras muchas cosas, que la intuición es multidimensional (una habilidad, un don, una forma de ser...), multicontextual (una señal instantánea, una sensación durante un cierto periodo, un proceso continuo...) y multinivel (consciente, subconsciente, inconsciente...). Entre los directivos que más uso hacen de la intuición, señala Parikh a los japoneses, los norteamericanos y los británicos.

Hasta aquí, entonces, algunas breves referencias, quizá suficientes, para aceptar que, bien entendida, la intuición es más importante de lo que parece, y para situarla entre el sistema nervioso primitivo y el evolucionado, entre los pensamientos y los sentimientos, entre la habilidad y el don, entre lo individual y lo colectivo, entre lo consciente y lo inconsciente, entre nuestro viejo pasado y el futuro remoto, entre la veleidad y la ciencia; y también para reproducir ya, ubicados en el escenario profesional, algunos apuntes que, a modo de síntesis, extraemos de nuestra fase de documentación:

• La intuición es un singular atributo del ser humano difícil de explicar; parece integrar distintos niveles de lo cognitivo, con lo emocional y aun con lo moral.

• La intuición, según dicen los expertos, nos permite acceder a una gran reserva de conocimientos de los que no somos conscientes, o lo somos sólo parcialmente.

• La intuición viene a ser el modo de pensar "por defecto", es decir, el que funciona cuando no aplicamos el pensamiento racional.

• La intuición es, por el momento, imposible de definir de modo gestaltista u holista; más que definiciones, encontramos afirmaciones sobre ella.

• La intuición se manifiesta típicamente mediante palabras, imágenes, sentimientos o sensaciones viscerales, que no siempre sabemos interpretar.

• La intuición, que se puede desarrollar, parece ser proporcional a la honradez emocional y a la motivación por saber, por descubrir y por resolver.

• La intuición, en su manifestación quizá más cotidiana, nos permite leer entre líneas y conocer los sentimientos de los demás, al margen de sus palabras.

• La intuición es una facultad genuina, y no debemos confundirla con temores suscitados por el miedo, con deseos o con peligrosas presunciones de infalibilidad.

• La intuición posee fronteras indeterminadas; hay quien piensa, por ejemplo, que el apetito, además de una forma de estrés, es una intuición.

• La intuición, es decir, la revelación intuitiva, puede producirse en cualquier momento; debemos estar atentos y preparados para reconocerla.

• La intuición es motivante; las señales intuitivas nos mueven a la acción, pero —recordémoslo— hemos de poner la razón en medio.

• La intuición está detrás de muchos logros en materia de creatividad e innovación, y ha resultado clave en numerosos éxitos empresariales.

• La intuición parece exigir, por decirlo así, que estemos en resonancia con la situación a resolver, o sea, que la hayamos comprendido bien.

• La intuición puede estar muy desarrollada; en esos casos no accedemos a ella sólo por azar, sino que podemos favorecer el acceso.

• La intuición permite percibir (presentir) cosas venideras (aunque no todas las personas supuestamente visionarias son realmente intuitivas).

Quizá a algún lector resulte esto último más difícil de aceptar, pero nosotros optamos por asumir que el subconsciente no conoce límites de tiempo ni espacio, y que aporta materia para una ciencia precognitiva, por no hablar llanamente de clarividencia. En realidad, a menudo hablamos de "presentimientos", y en el mundo del management la intuición se entiende en ocasiones reducida a visión de futuro, como si fueran sinónimos. La visión de futuro o de negocio y, más en general, la intuición son cualidades importantísimas para los directivos, pero —ya se ha sugerido— hemos de guardarnos de los falsos intuitivos o falsos visionarios, como nos recomienda, entre otros, J. Fernández Aguado en uno de sus libros.

Un caso de intuición en los negocios

Nos parece, como ejemplo, que la intuición tuvo un decisivo papel en la aparición, hace casi 25 años, del Walkman de Sony. Quizá recuerde el lector que, tras comercializar la compañía una grabadora monoaural de pequeño tamaño para periodistas (el "Pressman"), los ingenieros intentaron hacerla estereofónica; al incorporar los nuevos circuitos ya no quedaba espacio para la función de grabación, de modo que el resultado era un reproductor portátil de cintas de audio, que precisaba auriculares externos. Al parecer, los ingenieros consideraron el proyecto un fracaso, y utilizaban el prototipo en el laboratorio para escuchar música. Masaru Ibuka, ya como presidente honorario, lo escuchó accidentalmente y pensó que podía venderse; su íntima convicción le llevó a comentarlo con Akio Morita, que entonces dirigía la compañía, y éste, igualmente confiado, decidió fabricarlo a pesar de los informes desfavorables de sus colaboradores. El tiempo dio la razón a estos legendarios empresarios japoneses, seguramente más allá de sus expectativas.

No hace falta insistir en el éxito del Walkman, ni queremos dar a entender que la intuición sea la única vía hacia la innovación; de hecho, algunas innovaciones de éxito se deben, por ejemplo, a la mera serendipidad (bautizada así —serendipity— en 1754, por Horace Walpole). Son serendipitosos los rayos X, el horno de microondas, el Velcro... La serendipidad viene a ser la facultad (que algunas personas parecen poseer en mayor medida que otras) de hacer descubrimientos importantes por casualidad; algo debe tener que ver con la curiosidad y la creatividad. Pero cerramos esta breve digresión y volvemos al tema que nos ocupa, para recordar que algunos casos muy conocidos de intuición están relacionados con sueños; por ejemplo, el caso de la máquina de coser de Elias Howe, o el de la arquitectura de la molécula del benceno, resuelta por Friedrich August Kekulé von Stradonitz, que, curiosamente, estudió Arquitectura y Química, si no estamos mal informados. Sendos sueños proporcionaron a estos hombres la respuesta que andaban buscando, de modo que insistimos en el desaprovechado poder del subconsciente, a cuyo nivel nos movemos con gran libertad, lejos de la autocensura de la conciencia.

Intuición en la era del conocimiento

En definitiva, la intuición se nos muestra como fuente de conocimiento —o, dicho de otro modo, como fuente de valiosas respuestas—, de cuya procedencia no somos conscientes y cuyo significado se nos podría escapar (como dice Robert K. Cooper, la intuición no suele formular frases completas). Acabamos de acudir a un ejemplo del siglo XX (el Walkman) y dos del XIX (la máquina de coser y la molécula del benceno), pero ya en los albores del XXI se dice que estamos en la era de la información y el conocimiento, y no debemos olvidar una fuente, un recurso, tan importante como la intuición. A decir verdad, más que en la era del conocimiento, algunos empresarios y directivos parecen estar ya en la era de la intuición: "lo único que realmente vale", como nos decía el insigne físico de Ulm.

Alguien podrá pensar que los grandes empresarios se dedican ya más a la compra y venta de empresas y la ingeniería financiera, que a la buena marcha de cada organización; aunque así fuera, también resultaría necesaria —y aun más necesaria— la intuición en la toma de decisiones estratégicas. Pero efectivamente, la buena marcha de cada organización pasa por el mejor aprovechamiento del conocimiento individual y colectivo disponible, y aquí hay que distinguir bien los tres tipos de conocimientos:

• el conocimiento explícito (fácil, en general, de adquirir y compartir);

• el conocimiento tácito o implícito (más costoso de adquirir y difícil de compartir), y

• el conocimiento "desconocido", del que no somos conscientes (y al que se llega mediante la intuición).

Creemos que los tres tipos de conocimientos son altamente valiosos, y sabemos que los expertos más avanzados en el área de gestión del conocimiento (knowledge management) son sensibles al papel de la intuición.

Reconozca las señales intuitivas

La neurociencia admite que, para que brote la respuesta intuitiva a un problema, antes hemos de haber identificado e interiorizado suficientemente la situación como consecuencia de la inquietud que nos transmite; después, y ya de manera que no nos resulta consciente, hemos de haber incubado la solución. Luego, en cualquier momento, emerge la señal intuitiva "lo mismo —como dice Csikszentmihalyi— que un corcho mantenido bajo el agua sale y salta en el aire cuando se le suelta"; nosotros también la vemos como una burbuja que, al llegar a la superficie, se muestra efímera: hay que estar atentos para captarla. En cualquier caso, una vez que, repentinamente, ha brotado la intuición y se ha reconocido y registrado como tal en la conciencia, es el turno de la razón analítica: el necesario complemento.

Reconozcamos, por consiguiente, esa especie de sexto sentido que es la intuición, y no la confundamos con una mera opinión, con un deseo, con una apuesta de futuro o con una reflexión. Estemos atentos a estas señales intuitivas repentinas (palabras, frases, imágenes, sensaciones, emociones) y procuremos registrarlas en la conciencia antes de que sucumban a su censura; registrémoslas, incluso y si podemos, en un papel. Si no lo hacemos, la señal se puede diluir por difusa, o por mor de las rigideces racionales. A veces, uno se despierta por la noche y, de repente, se le ocurren algunas ideas relacionadas con los problemas que tenía en la cabeza al acostarse; si no pensáramos firmemente en estas revelaciones surgidas, sólo unos instantes y sin ánimo de valorarlas, podríamos haberlas olvidado al levantarnos.

Deseamos añadir un comentario. Hemos citado al profesor Cooper y queremos decir que él, en su conocida obra Executive EQ, habla de "flujo intuitivo" relacionándolo con el estado de flujo estudiado por el igualmente citado profesor Csikszentmihalyi (cuyos libros Flow y Creativity nos han parecido también altamente interesantes). La verdad es que nosotros no habíamos relacionado el estado de flujo (especie de íntima euforia derivada del alto rendimiento) con la intuición (tampoco parece hacerlo Csikszentmihalyi), pero admitimos cierto solape e invitamos al lector a consultar estos tres libros, si no lo hubiera hecho ya.

Desarrolle su intuición

Hemos tratado de definir la intuición en busca de la aquiescencia del lector; pero reconocemos que nosotros mismos hemos tardado más de 40 años en entender y valorar este bonísimo recurso del ser humano. Ahora, en los siguiente párrafos, documentados en las enseñanzas de Cooper, Goleman y otros expertos en inteligencia emocional y management, veremos algunas prácticas que se recomiendan para el desarrollo de esta facultad. De entrada, recordar algo que también nos transmite el profesor Cooper: la intuición se cultiva con honradez emocional como nutriente. (Hemos entendido bien lo de honradez emocional: no se trata de perseguir a los corruptos, sino, básicamente, de ser coherentes con nosotros mismos y preferir la verdad a la tranquilidad). Aquí van ya las recomendaciones que sometemos a su consideración, para el desarrollo de la intuición:

• Conózcase a sí mismo. Se trata del famoso mandato délfico: Gnothi seauton. Si lo prefiere, Nosce te ipsum o Know yourself. Esto es bueno para todo y encaja con la necesaria dosis de honradez emocional. Para alcanzar el autoconocimiento, ábrase al feedback de buenas fuentes, practique la reflexión y preste atención a su voz interior: no deje atrofiar este recurso. No nos referimos a la voz de su ego; se trata, si le vale decirlo así, de la voz de su alma, de la voz de su conciencia (ahora hablamos de conciencia moral), de su fuero interno. Hay personas que apenas escuchan la voz de los demás, pero igualmente grave resulta el no escucharse a sí mismo. Trate de destapar esos puntos ciegos pendientes y tome conciencia de sus fortalezas y debilidades. Intente ser, de verdad, lo que le gustaría ser e intenta parecer (esto ya lo decía Sócrates). Distinga bien sus pensamientos de sus sentimientos e identifique claramente sus emociones; no renuncie a ellas pero reconózcalas (meta-mood): es el primer paso para encauzarlas debidamente y aprovecharlas. Además, ya sabe que a veces la intuición se expresa mediante emociones.

• Mejore su CE (cociente emocional): diríamos que se trata de un imperativo moral. Si desarrolla bien su esfuerzo de autoconocimiento, es posible que encuentre áreas de mejora: autocontrol, empatía, liderazgo, purpose, resistencia a la adversidad, flexibilidad... Cuanto mejor funcione su cerebro emocional, más ayuda recibirá de la intuición. En su proceso de mejora, siga buscando buen feedback: no se contente con que le digan sólo lo que le guste escuchar. El feedback es (lo dice Rick Tate) el desayuno de los campeones. Aprenda a expresar y administrar sus sentimientos como expresa y administra sus pensamientos. La inteligencia emocional nos hace seres humanos más completos (lo dice Maurice J. Elias) y aun más felices (lo dice Goleman). No lo dude, la intuición funciona mejor en personas con elevado CE; de hecho, la intuición viene a ser una dimensión exaltada de la inteligencia emocional (lo dice Cooper).

• Formule preguntas claras a su intuición. La intuición está esperando que Ud. la llame y que le plantee preguntas bien definidas. Cuanto más la utilice, mejor funcionará. Quien esto escribe tiene por norma dejar trabajo al subconsciente cada noche y esperar resultados por la mañana. Entonces, uno puede encontrar respuestas, como regalos traídos por el ratoncito Pérez: ideas valiosas para problemas que demandan soluciones creativas, espacios de visión que amplían su horizonte, impulsos o determinaciones de hacer algo (o, definitivamente, de no hacerlo)... Debe profundizar en lo yacente y subyacente de cada situación que le inquiete, y luego formularse preguntas que pueda responder la intuición con su diverso y peculiar lenguaje.

• Evalúe las señales intuitivas, es decir, las soluciones que se le ofrecen. Tanto si se trata de ideas creativas, impulsos para la acción, soluciones a dilemas o luces para penumbras, no las rechace ni las admita instantáneamente: recuerde lo del turno de la razón analítica. Ya sabemos bien que la razón no es contraria, sino complementaria, a la intuición. Es necesario asegurar cuanto se pueda el acierto ante cada decisión; mediante el acierto, ganaremos confianza en los procesos intuitivos, acudiremos a ellos con más frecuencia y descifraremos mejor sus señales. No bajemos la guardia en la evaluación, aunque creamos que nuestras intuiciones son siempre buenas; no nos creamos nunca especialmente agraciados con el don de la intuición; no nos olvidemos de la prudencia, la humildad y el aprendizaje. También hemos leído (Cooper): "No se puede ser intuitivo si se empeña uno en llevar razón".

Conclusión

Nos quedamos pensando que quienes ya conocían la importancia de la intuición no necesitaban estos párrafos; y que quienes no habían reparado suficientemente en ella no habrán sintonizado plenamente con nuestras palabras. Pero, si así fuera, confiamos en que los primeros nos habrán dirigido su aquiescencia, y los segundos empezarán a interesarse. Nosotros vemos la intuición como un recurso personal que, aunque pueda parecer algo esotérico, está al alcance de todos y resulta fundamental para quienes deban tomar frecuentes decisiones. Inexcusable entre los directivos. No estamos muy seguros —pero hay expertos que sí lo creen— de que funcione mejor entre las mujeres que entre los hombres, aunque, como algunas otras cosas, pueda manifestarse de manera peculiar en cada sexo y, por supuesto, en cada persona. Desde luego, recomendamos explotar el potencial del subconsciente, que no es nada despreciable, y brindamos por un emparejamiento fructífero entre la razón y la intuición. Pero si alguien prefiere los tríos, hablemos de razón, corazón e intuición (este nos parece un trío ganador, pero para el póquer uno sumaría el purpose, y para el repóquer el courage).


Jose Enebral Fernandez

Consultor de Management y Recursos Humanos, el ingeniero madrileño José Enebral colabora desde hace años con diferentes medios impresos españoles y americanos (Capital Humano, Training & Development Digest, Nueva Empresa, Learning Review, Coaching Magazine...). Pronuncia además frecuentes conferencias en diferentes países, abordando temas como la intuición en la empresa, la calidad de vida en el trabajo, el aprendizaje permanente o la Sociedad de la Información

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Discurso de Steve Jobs en la Universidad de Stanford durante la apertura del curso. Subtítulos en español

Si quieres LEER el articulo lo tengo publicado el 3/05/07 en

Discurso de Steve el creador de Apple Macintosh


aunque es "mas emocionante" el video

Leo en el Blog "Los cuadernos perdidos".
el articulo , que me parece muy interesante.

La página de Steve Jobs

Lo que contiene el video que hay a continuación es un discurso que Steve Jobs (presidente de Apple Computers) realizó en una graduación en la Universidad americana de Stanford (una de las más reconocidas, por cierto).

De sobra es conocida la genialidad del personaje, capaz de reflotar una compañía casi en la quiebra y convertirla en referente no sólo de la informática profesional (con sus diferentes equipos iMac, PowerMac, PowerBook…) sino de la electrónica de consumo (iPod) como, muy pronto, de la telefonía móvil (con el iPhone… tiempo al tiempo).

Pues bien, considero tan brillante y tan inspiradoras las palabras de este discurso, que lo veo y escucho cada vez que puedo y me gustaría compartirlo con vosotros.

¡¡¡Disfrutadlo!!!



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MEJORAS DE CONSULTORÍAS

MEJORAS DE CONSULTORÍAS



Está un hombre dando de pastar a su rebaño de ovejas, cuando de repente aparece por el inhóspito camino un 4x4 full 0Km. Se detiene frente al viejito y se baja un tipo de no más de 30 años con chupa negra, camisa blanca Hugo Boss y zapatillas DKNY. Se acerca al viejo y le dice:

"Señor, si yo le adivino cuántas ovejas tiene usted en su rebaño, ¿me regala una?"

El viejo responde con algo de asombro: "Sí, cómo no."

Entonces el joven vuelve a su 4x4 y saca un Toshiba Tecra 8000 con 128MB de RAM, se conecta a la red de redes, baja una base de datos de 300 MB, entra a una página de la NASA, mediante un satélite identifica la zona exacta donde está el rebaño, calcula el promedio histórico del tamaño de una oveja tipo "merino", mediante una tabla dinámica de Excel y con la ejecución de algunas macros personalizadas en Visual Basic, logra completar el diagrama de flujo del Microsoft Project, y luego de tres horas le responde al viejo: "Usted tiene 1.347 ovejas y 4 pueden estar preñadas".

El viejo asintió y le dijo que efectivamente así era, y que se llevara su oveja.

El joven tomó una oveja y la cargó en el todo terreno. Cuando estaba por irse el viejo lo detuvo y le preguntó: "Disculpe, pero si yo llegase a adivinar cuál es su profesión, usted ¿me devuelve mi oveja?"

El joven le dijo sonriente: "Seguro, hombre."

El viejo entonces contestó: "Usted es consultor."

El joven, sorprendido completamente, comentó: "¡Exacto!" y mientras le devuelve la oveja que había tomado preguntó: "¿Cómo se dio cuenta?"

Y el viejo le respondió: "Por tres razones. PRIMERO, usted vino sin que yo lo llamara. SEGUNDO, me cobró una oveja por decirme algo que yo ya sé. TERCERO, se nota que no conoce NADA de mi negocio porque se estaba llevando a mi perro."

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Consejos Sobre Gerencia

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EL DIRECTOR

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Una Empresa entendió que estaba en el momento oportuno para cambiar el estilo de gestión y contrató un nuevo Gerente General. Este, vino determinado a agitar las bases y volver a la Empresa, más productiva.

El primer día, acompañado de dos de sus principales asesores, realizó una inspección general en la empresa. En el almacén todos estaban trabajando, pero un muchacho nuevo estaba recostado en una pared con la mano en los bolsillos.

Viendo una buena oportunidad para demostrar su filosofía de trabajo, el Director preguntó al muchacho: Cuánto ganas por mes ? Trescientos euros, porqué ? Respondió el muchacho sin saber de qué se trataba.

El administrador, sacó de su bolsillo, los 300 euros y se los dió al muchacho, diciendo: -Aquí está su salario del mês. --Ahora, desaparezca y no vuelva más!!!! -El muchacho guardó el dinero y salió conforme las órdenes recibidas.

El Director entonces, hinchado de orgullo, pregunta a un grupo de operadores: Alguno de ustedes sabe lo que este muchacho hacía aquí?? -Si señor -Respondieron atónitos los operadores. Vino a entregar PIZZAS.

“Existen personas que desean tanto mandar, que se olvidan de pensar”
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Comunicacion interna

Asistimos a una época en la que la velocidad de los cambios sociales tecnológicos y económicos es tal que las grandes empresas de éxito han apostado por nuevos modelos en los que han incluido a todos los miembros de la organización bajo un denominador común, la comunicación, en ella han encontrado una de sus mejores best practices.

En el desarrollo de las políticas gerenciales de recursos humanos, económicas..., la comunicación siempre ha estado presente en cualquiera de sus formas (horizontal, vertical o mixta). Y ello ha sido precisamente por el conocimiento que se tiene del impacto que produce sobre dichos desarrollos.
Un estudio realizado por el Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad I[1] demuestra que cada vez más las actividades de comunicación están al servicio de la imagen corporativa en opinión de un 68% de las personas encuestadas, para un 15% la comunicación interna estaría en una posición intermedia ya que perdería peso en la dedicación temporal y presupuesto asignado, para un 14% la importancia estaría solamente en la identidad visual y la gestión de la marca y para el restante 1% no sabe, no contesta.

Por eso al poner en marcha un Programa de Comunicación Interna lo primero que se debe hacer es observar el entorno que rodea al posible ámbito de aplicación de dicho programa, definiendo lo que se pretende conseguir, los problemas y las necesidades que existen, los apoyos, para más tarde definir cómo se va a conseguir lo que se pretende alcanzar (diseño del proyecto) y poder en una fase última ejecutarlo y hacer un seguimiento del mismo, en todo este estudio está presente siempre la cultura, dicho análisis necesita de un estudio previo de la comunicación entre las partes.
Por ello se va a estudiar el Programa de Comunicación Interna como herramienta de gestión del cambio por una parte y como herramienta para la mejora del rendimiento por otra.

Se configura como herramienta para la gestión del cambio el Programa de Comunicación Interna por que:

1. Participa en la comunicación interna de la "visión estratégica" de la organización (desarrolla y comunica la nueva situación estratégica).

2. Ayuda a que se implanten los cambios organizativos existentes, consecuencia de la adopción de posicionamientos estratégicos, comunicando los objetivos, motivos y derivaciones del nuevo modelo organizativo.
3. Sirve de vínculo de unión entre las comunicaciones existentes en la organización, es decir, entre la comunicación interna y la comunicación externa, la comunicación se realiza a los dos niveles: clientes (externos) y personal de la organización (internos).

4. Ayuda a la puesta en marcha de programas de Calidad Total, ya que un programa de este tipo necesita para su implantación y posterior seguimiento cada vez un mayor alto grado de participación por parte de sus beneficiarios.

5. Es un elemento de marketing interno fundamental para la organización, en el sentido de que permite a las personas que participan en su gestión conocer los aspectos más significativos que de ella se derivan, en una palabra permite que los empleados conozcan más la organización[2].
Por otra parte el Programa de Comunicación Interna también podría ser una herramienta para la gestión del cambio en el sentido de que influye sobre el clima[3] dentro de la organización, es decir puede llegar a hacer cambiar el clima, el cual repercute directamente sobre la organización en el sentido de que puede hacer que en la organización el trabajo sea más efectivo o no, en este sentido el clima N. Seisdedos lo define como: "una cualidad interna relativamente perdurable de la organización, resultado de la conducta y normativas de sus miembros, que es percibida por éstos y hace a la entidad diferente de otra. Se trataría del conjunto de percepciones, de tipo descriptivo y no evaluativo, referido a la totalidad o partes de la organización y que influye en la conducta y actitudes de los miembros".

Además supondría una herramienta para la gestión del cambio porque apoya su uso, en el sentido de que su puesta en marcha permite el conocimiento de la cultura de la organización o la resistencia al cambio de los empleados. Y estos conocimientos podrían resultar clave para lograr el cambio en la organización / organización de que se trate.[4]

El Programa de Comunicación Interna se constituye como una herramienta para la mejora del rendimiento por que supone integrar en la organización elementos innovadores que sitúan a la organización en una clara situación de ventaja competitiva.
Además sirve como elemento cohesionador entre los distintos mensajes de los diversos emisores, coordinándolos y cohesionándolos (datos, estilos y fechas de distribución) ya que establece datos comunes para todo el personal involucrado en su gestión por una parte y por otra las fechas son establecidas por igual para todos.

Ahora ya se habla incluso de tecnología o consultoría del rendimiento en la que la gestión de la comunicación ha ido alcanzando un mayor peso.

¨ Un buen programa de comunicación interna puede promover o ser un instrumento para la mejora del rendimiento al considerar los siguientes elementos: la interactividad que se produce en la interpretación del proceso comunicativo, la negociación entre los participantes en la situación de comunicación y el impacto de los factores sociales y el entorno, lo cual podría tener como consecuencias por ejemplo la promoción de prácticas entre los empleados o sistemas de formación que las promuevan ayudado el propio programa de comunicación interna por el diseño del trabajo y los sistemas de evaluación del desempeño.

¨ Además el Programa de Comunicación Interna ayuda a que el problema sea comprendido y facilita al cliente la resolución del mismo.

¨ Incluso el Programa de Comunicación Interna incluye indicadores de medición de satisfacción que no son resultado de lo que la gente quiere o no si no que suelen ser resultado de lo que se ha observado que es necesario hacer o sobre qué aspectos es necesario incidir.

¨ Sirve de elemento integrador entre las distintas áreas de la organización ya que promueve la interacción entre ellas a través de la comunicación y la gestión común de ésta[5].
Permite además dos tipos de acciones adicionales que podrían suponer una mejora en el rendimiento:

1 Serviría en su elaboración como fuente de diagnóstico. En su elaboración resulta determinante el análisis / identificación de causas que derivan en problemas dentro de la propia organización / organización, lo cual puede suponer un decrecimiento en el rendimiento Individual / colectivo.

2 Los objetivos están apoyados en estudios de opinión, estos nos permiten recoger información suficiente susceptible de utilización que nos permita apoyar la toma de decisiones, en el sentido de que podremos gracias a esta exploración "prever" reacciones ante acciones a implantar.[6]

Un Programa de Comunicación Interna puede suponer una satisfacción en los empleados –entiéndase como tales clientes internos- tal que implique además una mejora en la calidad y el valor del servicio, (cliente externo). Es decir, si logramos una satisfacción en el cliente interno, el rendimiento de éste será mayor de manera tal que se conseguirá un aumento de la calidad que redundará en beneficio del cliente externo, aumentando, por tanto la rentabilidad del negocio. A continuación muestro el esquema:

Satisfacción del empleado
Nivel de calidad de servicio al cliente
Clientes satisfechos / fieles
Rentabilidad / crecimiento del negocio











En cuanto a cómo lograr dicho grado de satisfacción aunque no es objeto de estudio del presente trabajo, una de las herramientas más útiles la encontraríamos en la siguiente matriz.

Esta matriz refleja en qué medida aumenta la satisfacción de las personas de la organización con relación a la importancia. En la medida en que algo carece de importancia para las personas de la organización la satisfacción de las mismas baja, sin embargo si la realización de la tarea tiene poca importancia pero su satisfacción es alta, es necesario evaluar los esfuerzos, si carece de importancia pero produce poca satisfacción hay que mejorar y finalmente si es muy importante y tiene mucha satisfacción lo más recomendable es mantener esa posición.

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[1] "El estado de la publicidad y el corporate en España": Justo Villafañe. Ed. Pirámide. 2000

[2] Apuntes: Programa de Comunicación Interna (Instituto de Empresa, Profesor Andreu Pinillos). 1999

[3] "El clima laboral y su medida" Nicolás Seisdedos, Revista "Psicología del Trabajo y de las Organizaciones" (Núm. 2), 1996.

[4] "Creando valor través de las personas" Alfonso Jiménez (Cap. 19. La medida de la opinión de los empleados David Gill), 1998.

[5] "Integrar la comunicación para mejorar el rendimiento". Diane M. Gayeski, Ph.D, "Cuadernos de mejora del rendimiento profesional" (Mayo - Junio), 1998.

[6] "Creando valor a través de las personas" Alfonso Jiménez (Cap. 20 "Y usted... ¿qué opina?". Daniel Afonso), 1998



[María Escat]
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LA PLANIFICACION ESTRATEGICA


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La clave de la eficacia: Orden

La clave de la eficacia: Orden

¿Qué hacer para ser más productivos y eficientes?
¿Cómo darse tiempo para atender a la familia, compromisos, coger vacaciones...?

Lee Iacocca, aquel legendario empresario norteamericano que fue primer ejecutivo de la Ford y que años después lograría un espectacular reflotamiento en la Chrysler, explicaba así su experiencia de varias décadas al frente de grandes multinacionales:

«No puedo menos que asombrarme ante el gran número de personas que, al parecer, no son dueños de su agenda. A lo largo de estos años se me han acercado muchas veces altos ejecutivos de la empresa para confesarme con un mal disimulado orgullo:
"Fíjese, el año pasado tuve tal acumulación de trabajo que no pude ni tomarme unas vacaciones".

»Al escucharles, siempre pienso lo mismo. No me parece que eso deba ser en absoluto motivo de presunción. Tengo que contenerme para no contestarles:
"¿Serás idiota? Pretendes hacerme creer que puedes asumir la responsabilidad de un proyecto de ochenta millones de dólares si eres incapaz de encontrar dos semanas al año para pasarlas con tu familia y descansar un poco?".»

Imprimir un ritmo ordenado a la vida, ser dueños del propio tiempo y de la agenda, tener un claro orden de prioridades en lo que hemos de hacer..., son premisas básicas para la eficacia en cualquier trabajo.

¿También para educar?

Pienso que sí, por dos razones. La primera, porque educar exige tiempo y, por tanto, orden para sacar partido al tiempo que tenemos, que es limitado. Y la segunda, porque el orden es una virtud muy importante en la configuración del carácter de los hijos.

Cuando no hay orden en la cabeza, acabamos siempre por elegir lo que más nos apetece, o aquello que parece urgentísimo pero que resulta que no es lo que tenemos que hacer en ese momento . Muchas veces, los agobios por falta de tiempo son más bien agobios por falta de orden.

Es evidente que no se puede llegar a hacer en la vida todo lo que uno quisiera, porque no hay tiempo. El problema es por dónde se recorta, y esa decisión no la debe tomar el capricho.

Hay personas que despliegan una febril actividad, que van y vienen de un lado a otro a toda velocidad, suben, bajan, hablan por teléfono, hacen mil cosas a la vez y no acaban ninguna, sus múltiples y poco claras ocupaciones les hacen llegar tarde a todo y con una gran sensación de prisa. Son auténticos ejecutivos pero que luego no ejecutan casi nada útil.

Parecen gente esforzada, pero muchas veces no es esfuerzo sino sólo su caricatura. Porque casi siempre casualmente ese desorden les lleva a elegir la tarea que en ese momento menos les cuesta. En el fondo son bastante perezosos.

La pereza ordinaria es simple apatía y dejadez. Esta otra forma de pereza, que por activa no es menos corriente, resulta en cambio algo más difícil de advertir. Pero hay infinidad de hombres perezosos que no paran de trabajar y de moverse. Hacen cosas constantemente, pero no las que deberían hacer.

¿Cómo aplicar esas ideas a la familia?

La pereza activa puede hacer estragos en tu hijo estudiante que no termina de comprender que más vale estudiar intensamente tres horas y luego descansar otras tres haciendo deporte, escuchando música o saliendo con sus amigos, en vez de pasarse las seis horas intentando conjugar lo uno y lo otro para al final dejarlo todo a medio hacer y con una clara sensación de descontento (y habiendo sufrido más que si hubiera estado estudiando intensamente todo ese tiempo).

Es también pereza activa cuando un padre o una madre de familia no cesan de ir de un lado a otro cuando quizá deberían estar en casa con su cónyuge y sus hijos. O cuando se entretienen sin verdadera necesidad en el trabajo y abandonan otras obligaciones que (casualmente de nuevo) le resultan menos agradables. O cuando se lanzan a hacer cualquier cosa que se les cruza por la cabeza sin ponderar su oportunidad.

Se trata de la común tentación de hacer lo urgente antes que lo importante, lo fácil antes que lo difícil, lo que se termina pronto antes que lo que requiere un esfuerzo continuado.

El orden es una virtud que depende mucho de la forma de funcionar de la familia y del colegio, y a la que desgraciadamente no siempre se le da la importancia que tiene.

Los padres y los profesores deben exigir que los chicos sean cumplidores, que tengan orden, un orden razonable.
"Serva ordinem et ordo te servabit" decían los antiguos:
"guarda el orden y el orden te guardará a ti" .

Un detalle muy formativo de la virtud del orden, por ejemplo, es la puntualidad: enseñar a los hijos a valorar el tiempo de los demás al menos tanto como el propio; que les preocupe si han hecho perder el tiempo a otros por sus olvidos o su desorden.


Aprender a organizarse

Siguiendo el esquema propuesto por Stephen Covey, pueden distinguirse cuatro fases o generaciones en cuanto al modo de administrar el tiempo.

Una primera son aquellos que elaboran listas de tareas pendientes. Con ellas toman conciencia de lo que les queda por hacer, lo van abordando cuanto antes pueden, y van tachando, lo que siempre proporciona una sensación gratificante. Esto, no cabe duda, es ya bastante más de lo que son capaces de llegar a hacer muchos. Sin embargo, es aún un esquema de organización muy pobre, puesto que la mayoría de las veces la distribución del tiempo viene impuesta externamente por la mera sucesión de los acontecimientos.

Pertenecen a la segunda generación aquellos que intentan mirar un poco más adelante, y se programan mediante el uso de la agenda: van anotando acontecimientos, compromisos y proyectos de actividad futura, en la medida en que su tiempo les permite darles cabida. Su anticipación les confiere una mejor organización, pero aún rudimentaria, puesto que así no pueden valorar debidamente las prioridades: son simples distribuidores de tiempo.

La tercera generación suma a las dos precedentes la idea básica de establecer prioridades. Se centra en la necesidad de fijarse unos objetivos, con sus correspondientes plazos, y de acuerdo con ellos se prepara una planificación diaria que alcance la mayor eficiencia. Este planteamiento supone un gran avance respecto a la segunda generación, pues la clave no es dar prioridad a lo que está en la agenda, sino ordenar la agenda con arreglo a las prioridades.

Sin embargo, centrarse en la simple eficiencia en la programación y el control del tiempo tiene a menudo efectos contraproducentes. Por ejemplo, es frecuente que dificulte la necesaria liberalidad y espontaneidad en el modo de organizarse, y que en consecuencia se resienta el desarrollo de las relaciones humanas, que son tan importantes y enriquecedoras. Por esa razón, cabe pensar en una cuarta generación, que da aún un paso más: por decirlo de una manera poco académica, en vez de organizar el tiempo, procurar organizarse a uno mismo.

Hay tareas que, por su naturaleza, necesitan una atención inmediata. Son cosas urgentes que actúan sobre nosotros de forma imperiosa: el timbre del teléfono, por ejemplo, es urgente, reclama una atención inmediata. Suelen ser tareas cercanas, que dan impresión de actividad, entretenidas. Lo malo es que muchas veces carecen de importancia y nos desorganizan.

Ante lo urgente, reaccionamos; ante lo importante, no siempre.

Las cuestiones importantes pero no urgentes requieren más iniciativa, más esfuerzo, más reflexión personal, y es fundamental centrar en ellas la organización personal: hemos de actuar creativamente, no simplemente reaccionar ante lo que ocurre. De lo contrario, nuestra vida se verá desviada con mucha frecuencia hacia lo urgente no importante, pues, curiosamente, las tareas más entretenidas y que más nos reclaman son precisamente ésas, las urgentes pero no importantes.

Hay también muchas otras tareas que son urgentes e importantes a la vez. Para mayor claridad, las posibles tareas que una persona puede hacer se podrían distribuir en cuatro cuadrantes, según su grado de urgencia e importancia:






Más urgentes
Menos urgentes

Más importantes
I. IMPORTANTES

Y URGENTES

II. IMPORTANTES

NO URGENTES


Menos importantes
III. NO
IMPORTANTES

Y URGENTES

IV. NO
IMPORTANTES

NI URGENTES




Está claro que las tareas no se dividen de modo tajante en importantes y no importantes, sino que hay una gradación, pero, para entendernos, podemos considerar ahora que todas pudieran clasificarse dentro de estos cuatro cuadrantes.

En un día cualquiera de la mayoría de las personas, suele haber bastantes tareas del cuadrante I, o sea, urgentes y que además tienen importancia.

Parecería que las personas que tengan grandes responsabilidades estarán todo el día atendiendo cosas urgentes e importantes, y aún le quedarán muchas para el día siguiente. Pero si lo analizamos con detalle, veremos que no debería ser así. Precisamente por sus grandes responsabilidades es más importante que se organicen de modo que esas tareas urgentes e importantes no llenen su día por entero.

Si una persona dedica todo el día solamente a cosas del cuadrante I (urgentes e importantes), nunca dedicará nada de tiempo al II (a lo importante pero no urgente). Y funcionando así, será difícil que organice su vida adecuadamente, porque irá a remolque de los mil pequeños problemas urgentes e importantes que le surgirán cada día y no dispondrá del sosiego necesario para acometer otras muchas cuestiones también importantes pero menos acuciantes, que quedarán habitualmente sin hacer.

Lo urgente e importante consume y agota la vida de muchas personas: listas interminables de cosas pendientes, constantes crisis menores que sólo ellos pueden atender, frecuentes interrupciones y retrasos que le impiden atender debidamente sus obligaciones, etc. Cuando uno centra su vida en el cuadrante I (en lo urgente e importante), ese cuadrante va creciendo cada vez más, hasta que nos domina por completo.

Así se genera estrés, sensación de crisis continua, de estar siempre apagando incendios. Es como hacer frente a un oleaje fuerte y prolongado. Llega una ola, un problema importante y urgente, y lo intentamos resolver, y quizá lo logramos, o quizá nos deja tendido en la arena. Se pone uno de nuevo en pie, y llega otra ola, que vuelve a golpearnos, y así una vez y otra, sin que podamos retirarnos un momento para pensar qué queremos hacer, adónde queremos ir, o cómo podemos hacer frente con eficacia a lo no inmediato (porque el problema es que resulta difícil pensar en cualquier cosa que no sea la siguiente ola).

Además, otro inconveniente es que esos asiduos ocupantes del cuadrante I, que son literalmente vapuleados por los continuos problemas de cada día, con frecuencia buscan alivio huyendo hacia actividades del cuadrante III (urgentes pero no importantes), o incluso —con más facilidad de lo que parece— hacia el cálido y acogedor cuadrante IV, refugiándose en tareas que no son ni urgentes ni importantes.

Es necesario pensar en cómo nos organizamos: más que orientarse hacia los problemas, es preciso tomar la iniciativa y dirigirse hacia las oportunidades, no dejarse organizar por los problemas.

De esta manera, se puede lograr reducir el tamaño del cuadrante I, o sea, disminuir el número de tareas urgentes e importantes de cada día, de modo que éstas puedan atenderse bien, pero dedicando suficientes energías al cuadrante II (el de lo importante no urgente), que ha de ser el espacio más amplio en una persona debidamente organizada.

Avanzar en el modo organizar del tiempo es efectivamente un reto tan difícil como importante. Y para muchas personas es un terreno tan inexplorado que sólo con tener una cierta preocupación por avanzar en él y reflexionar de vez en cuando sobre qué camino tomar, sólo con eso, podrían lograr mejoras sorprendentes.

De lo contrario, uno se puede pasar la vida corriendo de un lado a otro, hablando por teléfono compulsivamente, debatiéndose entre cientos de gestiones inaplazables y multitud de reuniones interminables, intentando hacer más cosas de las que razonablemente somos capaces, y, encima, después de tanta fatiga, fracasar estrepitosamente. Y quizá entonces viéramos que podríamos haberlo evitado con sólo hacernos unas cuantas consideraciones básicas sobre el modo de organizarnos.

En resumen, corremos el grave peligro de dejar de hacer muchas cosas, aun siendo muy importantes para nosotros, por el sencillo hecho de que no reclaman de modo imperioso nuestra atención.



Aprender a decir «no»

Cuando una persona está agobiada por cosas urgentes e importantes, le resulta muy difícil sacar tiempo para esas cosas que no apremian tanto pero que son también importantes. Al principio habrá que seguir atendiendo las numerosas actividades urgentes e importantes del cuadrante I, pues estamos inmersos en ellas y no podemos dejarlas sin más. En esa situación, el tiempo necesario para el cuadrante II se puede obtener sacándolo fundamentalmente de los cuadrantes III y IV.

Luego, a medida que consigamos tiempo para trabajar en el cuadrante II, estaremos mucho mejor organizados y empezará a disminuir el cuadrante I. Entonces irá aumentando sensiblemente el rendimiento del tiempo, pues le daremos un uso mucho más efectivo.

Una de las claves está en identificar cuáles son esas tareas no importantes (o sea, los cuadrantes III y IV), para sacar de ahí tiempo. En las personas más perezosas, será el cuadrante IV (aquello que no es ni urgente ni importante) la principal fuente de pérdidas de tiempo. En las personas más activas pero mal organizadas, será el cuadrante III (el de lo urgente no importante) el que más llene sus vidas y en el que habrá que entrar con decisión, y aprender a decir no a esas actividades que nos urgen frecuentemente pero que no debemos acometer.

Hace algún tiempo, un antiguo compañero mío me contaba, sin disimular su angustia, que en su empresa le habían encomendado una nueva tarea de considerable responsabilidad. Viajaba muchísimo, tenía un horario tremendo y estaba bastante estresado, aunque, eso sí, había aumentado sensiblemente sus ingresos.

«Lo malo —me decía— es que en realidad yo no deseaba ese nombramiento. Sabía que me supondría unas obligaciones que difícilmente podría atender con el tiempo de que dispongo. Además, me está apartando de la línea de trabajo que me había marcado hace años y, por si fuera poco, no me deja atender bien a mi familia. Cada día tengo más problemas, pero ahora me resulta muy difícil dejarlo, tenía que haberlo pensado antes.

»Y lo realmente triste es que sabía que esto me iba a pasar. Cuando me lo propusieron, lo pensé, pero me sentía presionado. Puse algunas excusas, me fueron convenciendo, intenté retrasarlo, puse algunas condiciones que estaba seguro que no aceptarían, pero las aceptaron, y al final ya me daba reparo echarme atrás.

»Lo mío ha sido tan sencillo y tan triste como esto:
no supe decir no. Después he sabido que también habían propuesto para este cargo a otro compañero mío, y que en su caso la conversación no duró más allá de un minuto. Les dijo que lo agradecía muchísimo, que se sentía muy honrado por esa elección, pero que tenía serias razones para no aceptarlo.

»Es curioso, pero no sabía yo los líos en que uno puede meterse por no saber contestar en el momento oportuno con un atento y cortés "lo siento muchísimo, pero NO". Ha sido un auténtico calvario que podría haber evitado con sólo superar una situación un poco violenta durante unos minutos.»

En realidad, toda persona está diciendo constantemente no a algo. Lo malo es que si no lo dice a esas cosas que nos acosan invasivamente pero que no debemos hacer, probablemente lo esté diciendo a cosas mucho más fundamentales pero que no reclaman su atención.

Habrá personas cuyo problema no sea que les cueste decir no, sino al revés: siempre dicen que no, siempre llevan la contraria, parece como si les costara sangre manifestar acuerdo o asentir a algo. Cada uno tiene que ver por qué lado va su problema (y que en unos ámbitos de su vida puede ser bien distinto que en otros), pues cada día decimos sí o no a muchísimas cosas. La esencia de una buena organización personal está precisamente en saber discernir en cada caso si debemos decir sí o no, y nuestro error puede provenir de establecer mal las prioridades, de prever mal su puesta en práctica o de una falta de suficiente disciplina personal para atenernos a ellas.

La mayor parte de las personas piensan que su problema suele estar en esa última razón, en que les falta constancia y disciplina para llevar a cabo lo que repetidamente se han propuesto. Sin embargo, si analizaran con más profundidad su caso, es probable que muchos advirtieran que su principal problema no es de autodisciplina, sino que está antes, en que no tienen unas prioridades suficientemente claras y desarrolladas. El modo en que cada uno organiza su tiempo es consecuencia del modo en que cada uno ve sus prioridades. Para decir no al reclamo del entretenido cuadrante III, o al cálido y adormecedor cuadrante IV, hace falta tener las ideas muy claras en la cabeza, no sólo una gran fuerza de voluntad.



Equilibrio y flexibilidad

Aún recuerdo con tristeza el lamento de una persona que a sus treinta y pocos años había logrado coronar una carrera profesional muy brillante, pero que explicaba su difícil situación con una crudeza y un dolor sorprendentes.

«Gozo de un prestigio y un éxito extraordinarios. Sin embargo, veo con claridad que he sacrificado casi todo en la vida para lograr esa meta. Veo que estoy fracasando en mi matrimonio, que apenas disfruto del afecto de mis hijos, que me siento rodeado de personas que simplemente me adulan y me tratan de forma interesada.

»Ha llegado un momento en el que no estoy seguro de tener verdaderos amigos. Soy una persona muy ocupada, y apenas encuentro tiempo para pensar con calma, pero no logro alejar una duda que martillea mi cabeza desde hace años: no sé si todo lo que estoy haciendo tendrá algún valor para alguien.

»A estas alturas casi no sé qué es lo que realmente me importa. Me pregunto con frecuencia: todo esto que he hecho... ¿ha merecido la pena?»

Casos como éste, que son tristemente frecuentes, nos invitan a reflexionar sobre nuestro modo de organizarnos, sobre el necesario equilibrio personal entre todos los ámbitos de nuestra vida. Parece claro, por ejemplo, que el éxito profesional no puede compensar el fracaso de un matrimonio roto, la salud perdida, el quebrantamiento ético o la traición a los propios principios.

¿Cuáles son esos ámbitos?

Está la atención a la familia: el cónyuge, los hijos, los padres, etc. Está el propio trabajo, con sus realizaciones, sus expectativas y su necesidad de atender a la preparación profesional. Está la salud y el descanso, que no conviene menospreciar. Es muy importante la cultura. No hay que olvidar tampoco las prácticas personales que requiera la coherencia con nuestras convicciones religiosas, que son un elemento muy importante en la vida de cualquier persona.

Para no equivocarse a la hora de diseñar el propio proyecto de vida, es preciso, en primer lugar, identificar los diferentes roles que uno representa, los diversos papeles que cada uno tiene que simultanear en su vida. Por ejemplo, si nos fijamos en el ámbito familiar, uno puede tener su papel como padre o madre, como esposo o esposa, como hijo o hija, como suegro o suegra, como abuelo o abuela o nieto o nieta, etc.

En cada uno de esos papeles (lo digo en plural porque uno puede ser al tiempo esposa, madre e hija, por ejemplo), hemos de ver qué meta hemos de alcanzar, es decir, qué modelo de familia buscamos, cómo ha de ser la relación entre los componentes de la familia y a qué valores se da especial relevancia.

Y dentro de ese proyecto, hay que proponerse unos aspectos de mejora personal, y procurar ponerlos en práctica mediante detalles concretos: por ejemplo, ser más generoso en la dedicación de tiempo a tu mujer o a tu marido, atender con más cariño a los hijos, ser más paciente con tu suegro, actuar con mayor fortaleza o mayor comprensión en determinados casos, etc.

Si nos fijamos en el ámbito laboral, los papeles que nos toque representar pueden ser también muy diversos: como jefe de un equipo de personas y, a la vez, como subordinado y compañero de otras; como vendedor, como comprador o como competidor; como patrono o como trabajador; como profesor o como alumno; etc.

En cada caso hemos de saber qué esperamos de nuestro trabajo. Por ejemplo, sería muy pobre que lo viéramos sólo como un medio de obtener unos ingresos económicos, o como una simple forma de autoafirmación personal; siendo objetivos legítimos, serían insuficientes si no van unidos a otros más elevados, que nos hagan ver ese trabajo —entre otras cosas— como un servicio a los demás y a la sociedad. A su vez, hemos de procurar concretar esas ideas: crear un mejor ambiente con los compañeros de oficina, fomentar el trabajo en equipo con determinadas personas, ser más puntual, trabajar con más esmero, cuidar más los detalles, adquirir una mayor cultura profesional, etc.

Estas consideraciones de tipo familiar y laboral se pueden extender a otros ámbitos de la vida, pero el papel más importante será el que representamos simplemente como personas. En ese ámbito podrían incluirse cuestiones más de fondo: ser más sensible a las necesidades de quienes nos rodean, proponerse mejorar seriamente nuestra coherencia ética y religiosa, ver el modo de acrecentar nuestra formación y nuestra cultura, etc.

De todas formas, al final siempre se acaba por descubrir que todos los ámbitos están muy relacionados, y que muchas veces se mezclan y confunden. Es natural que sea así, por la unidad que posee en sí la vida del hombre, y aunque los hayamos separado por razones de mejor exposición, está claro que se intercomunican y que no pueden tratarse como compartimentos estancos.

Es decisivo encontrar un equilibrio en el que quepa la atención a todas las áreas de nuestra vida. Un equilibrio entre la utopía del que quiere abarcarlo todo ingenuamente y la simpleza de quien se polariza en un tema y considera incompatible con él todo lo demás. Si no alcanzamos ese equilibrio, es fácil darse cuenta tarde de que nos hemos equivocado en aspectos importantes. Y lo digo en este capítulo dedicado al rendimiento del tiempo porque
la forma más lamentable de perder el tiempo es equivocar el camino.

De todas formas, dentro de tanta organización tendrá que haber bastante flexibilidad.

Nuestra planificación, nuestra agenda, nuestras metas, han de ajustarse a nuestro estilo, nuestras necesidades y nuestra forma de ser: es la organización para ti, no tú para la organización.

Por más cuidado que uno ponga, siempre surgirán imprevistos que obligarán a subordinar nuestro plan a una necesidad superior, pero eso no debe inquietarnos, puesto que la organización ha de basarse en unos principios, no en sí misma.

Sería un grave error identificar la constancia y la firmeza propias de una buena organización personal con la idea de volverse rígidos e inflexibles. Además, suele ser más bien al revés, pues la flexibilidad necesita de un recio fondo de firmeza, del mismo modo que la rigidez esconde muchas veces una débil y mal disimulada inseguridad.



Aprender a contar con los demás


Lee Iacocca, aquel legendario primer ejecutivo de la Ford que años después lograría un espectacular reflotamiento en la Chrysler, explicaba así su experiencia de varias décadas al frente de grandes multinacionales:

«Son muchos los individuos inteligentes y cualificados que han desfilado ante mis ojos, pero que no sirven para el trabajo en equipo.

»Parecen reunir todas las condiciones. Son personas emprendedoras, y trabajan con gran empeño, pero luego nunca llegan muy lejos: se quedan donde estaban, o poco menos. Y lo que les impide progresar es precisamente eso: que no logran trabajar y compenetrarse con sus compañeros.

»Por eso hay una frase que detesto encontrar en la evaluación de las capacidades de un ejecutivo, por mucho talento que posea, y es la siguiente: "tiene dificultades para llevarse bien con otras personas". A mi modo de ver, esa frase equivale al beso de la muerte en su carrera profesional. Si esa persona es incapaz de trabajar en equipo con sus compañeros, ¿qué beneficio puede reportar su presencia en la empresa?».

Son muchas las personas que fracasan en su trabajo por motivos que no son estrictamente profesionales, sino más bien de carácter y de relación con los demás. Hay toda una serie de hábitos que son claves para nuestra capacidad de relación con quienes nos rodean: saber trabajar en equipo, contar más con lo que pueden aportar otros, aprender a discrepar constructivamente y sin enconarse, conjugar exigencia y cordialidad, procurar mandar sin humillar y obedecer sin sentirse humillado, evitar tanto la terquedad con la excesiva influenciabilidad, etc.

Es muy frecuente, por ejemplo, tanto en el ámbito familiar como en el laboral, o en otros, que los repartos de tareas sean tremendamente poco efectivos: unos pueden estar sobrecargados y otros sin saber qué hacer, o bien haciendo tareas que corresponderían más a otros, o para las que otros están mejor preparados.

Por eso, cuando unos padres delegan en sus hijos buena parte de la organización de la limpieza de la casa o del cuidado del hermano pequeño, o un profesor sabe organizar entre sus alumnos un reparto de tareas de cuidado del aula y de preparación de actividades en beneficio de todos, o un ejecutivo consigue formar equipos humanos que funcionen coordinadamente bajo su dirección, lo habitual es que de esa manera se logren resultados mucho mejores, pues se multiplica la efectividad de nuestro esfuerzo.

Hacer equipo, saber delegar, repartir juego, alentar la iniciativa de los demás, generar confianza, descubrir cualidades en otras personas..., son ejemplos de capacidades personales importantes en muchos ámbitos de la vida. Hay personas que no saben resistir la tentación de hacerlo todo personalmente, y eso les resta eficacia de una forma dramática. Cuando, además, ocupan un puesto de cierta responsabilidad, es lo que marca el límite de su valía. Así se lo explicaba Iacocca a uno de sus ejecutivos más brillantes: «Quieres hacerlo todo tú. No sabes delegar. Eres quizá el mejor colaborador que he tenido. Hasta es posible que tu trabajo valga por el de dos..., pero olvidas que dependen de ti docenas de personas...».

Lograr un reparto de tareas realmente efectivo —en la familia o en el trabajo o donde sea— no es algo tan simple como que quienes mandan repitan frases del estilo de «ve a buscar esto y tráeme esto otro», «ve allí y dile eso», «hazme esto y avísame cuando acabes». No se trata de dar órdenes en las que apenas cabe la iniciativa personal, sino de transmitir con claridad lo que se desea conseguir y dejar un amplio margen a la iniciativa y la creatividad de todos.

También es importante saber transmitir de alguna manera la propia experiencia, de modo que los demás comiencen donde nosotros hemos acabado y no tengan que reinventar la rueda a cada momento. Se trata, en definitiva, de facilitar a cada uno que pueda aprender de los errores de los demás, no sólo de los que vaya a cometer él (aunque de ésos también aprenderá mucho).



Confiar en los demás


Muchas personas apenas logran trabajar en equipo (y por tanto no se benefician de las posibilidades de multiplicar el tiempo que esto lleva consigo), por algo muy sencillo: no se deciden a depositar confianza en los demás.

Unos lo hacen porque viven bajo una desconfianza general en las personas: no quieren correr riesgos. Otros, por simple desorden: no hay manera de que se paren a pensar en cómo mejorar su rendimiento personal. Otros, simplemente porque no son capaces de descubrir la valía de quienes le rodean, o porque quizá no advierten los grandes efectos que la confianza tiene en la motivación humana: la confianza saca a la luz lo mejor que la gente tiene dentro.

Otros, por último, no se deciden a depositar más confianza en los demás, y tienden a realizar por sí mismos la mayor parte de su trabajo, simplemente por ahorrarse el esfuerzo que inicialmente supone preparar a esas otras personas hasta que puedan ser eficaces.

En todos los casos, es probable que multiplicaran su eficacia si comprendieran que hay muchísimas tareas en las que una dinámica de confianza y de cooperación puede resolver todo mucho mejor, en mucho menos tiempo y de modo mucho más gratificante para todos.

Es sorprendente, por ejemplo, cómo algunas familias de pocos miembros y elevados gastos en personal de servicio no logran alcanzar el nivel de atención que tienen otras que son más numerosas y tienen poca o ninguna ayuda doméstica, pero están mejor organizadas. Parece claro que si se sabe cómo distribuir las tareas entre los miembros de la familia, se puede estructurar el trabajo de modo que se hagan más cosas, en menos tiempo y con más satisfacción para todos.

Es cierto que el principal problema de la mayoría de las familias no es sólo de organización, sino de disciplina. Porque pueden hacerse planes perfectos sobre el papel, el problema es luego que cada uno quiera cumplirlo. Pero quizá en muchos casos no será tanto cuestión de disciplina —que algo siempre hace falta— como de crear un clima adecuado. Aquí habría que hablar de motivación, y de sinergias.
De todas formas, mi impresión es que la gente está habitualmente más dispuesta a cooperar de lo que solemos pensar, si se plantean bien las cosas. La gente tiene dentro muchas cosas buenas, lo que nos falta muchas veces es ingenio para saber sacarles brillo.

Por ejemplo, al principio tú puedes ordenar la habitación mejor y más rápido que tu hijo de siete años. Pero es mucho mejor despertar el interés del niño para que sea él quien lo haga. Eso lleva un mayor tiempo y esfuerzo iniciales, porque hay que enseñarle a hacerlo, y hay que motivarle, pero luego se recupera con creces, en todos los sentidos.

Lo ideal al delegar o sugerir una tarea es lograr que el encargado de hacerla sea su propio jefe. Con personas menos maduras, hay que especificar más las directrices que han de seguir, estar más pendiente de cómo lo hacen y, en su caso, aplicar de forma más inmediata las posibles consecuencias acordadas según el mejor o peor resultado. Pero lo deseable es que todo eso vaya disminuyendo, de forma que baste con que cada uno sepa lo que debe hacer, esté motivado y sepa aplicar luego su ingenio y su creatividad personal al modo de llevarlo a efecto.

Orden y previsión

La compañía Priority Management of Pittsburgh Inc. publicó hace unos años unos estudios de población francamente originales, todos del estilo más típicamente norteamericano. Uno de los datos estadísticos que aportaba ese estudio era que el ciudadano medio de aquel país pasa aproximadamente un año de su vida buscando cosas que no recordaba dónde había puesto.

He de confesar que cuando lo leí me llamó bastante la atención, y pensé que era una exageración. Después empecé a hacer unos cálculos: supongamos que un año es una setenta-y-cinco-ava parte de la vida; como el día tiene 24 horas, perder un año entre setenta y cinco es como perder 24/75 horas en un día, es decir, que si fuera cierto ese estudio habitualmente perderíamos del orden de 19 minutos diarios.

Quizá sea algo exagerado, o quizá no. Es difícil saberlo. En cualquier caso, si en esos 19 minutos diarios se incluyera el tiempo que perdemos cada día como consecuencias de olvidos, desorden y mala organización, me parece que se quedaría bastante corto.

Y pensaba de nuevo: un año entero buscando cosas perdidas, agobiado por olvidos imperdonables, lamentándonos de no habernos acordado de cosas, o de no haberlas previsto. Además, eso será la media, porque hay gente muy ordenada, a la que corresponderá mucho menos de un año; pero otros, que son un caos, pasarán en su vida esa angustia durante dos, tres, diez años... ¡quién sabe!

Francamente, resulta un poco frustrante imaginar tanto tiempo pasado así. Al menos, es una buena razón para pensar un poco en cómo ser algo más ordenados.

¿Cuánto tiempo perderemos cada día por falta de previsión, por no organizarnos mejor, por no hacer lo que tenemos que hacer...? Si te interesa, haz un cálculo estimativo en minutos diarios, multiplica por 0.052 y tendrás el correspondiente número de años de vida perdidos.

Cuando no hay orden en la cabeza, acabamos siempre por elegir lo que más nos apetece , o lo que más reclama nuestra atención, y es natural que en bastantes ocasiones no coincida con lo que debemos hacer en ese momento. Muchas veces hablamos de agobios por falta de tiempo que quizá son más bien agobios por falta de orden.

Para ganar en orden, puede resultar útil revisar cada uno de estos puntos:


-Procurar detectar los aspectos importantes, concretarlos y después establecer un orden de prioridades adecuado ;

-Hacer lo que realmente tenemos que hacer nosotros, porque quizá dedicamos muchas horas a cuestiones que nos gustan mucho pero que deberían estar haciendo otros (o las hacemos nosotros para evitarnos la molestia de hacer que las haga quien tiene que hacerlas);

CORTAR a tiempo con esas tareas, para las que siempre falta tiempo, pero que quizá son menos importantes que otras que solemos dejar sistemáticamente;

TRASLADAR algunas ocupaciones menos importantes a horas de menos agobio de tiempo (por ejemplo, a horas que no sean las cruciales para atender a la familia, estudiar o trabajar con serenidad); etc.
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"LA MISIÓN, ¿UNA MODA O UNA NECESIDAD?

"LA MISIÓN, ¿UNA MODA O UNA NECESIDAD?

O ¿PARA QUÉ CARAMBA SIRVE TENER LA MISIÓN DE LA EMPRESA?"

A principios de año es un buen momento para hacer una revisión de la Misión si se tiene y si no, plantearse la posibilidad de realizarla.

Vamos a intentar dar unas pinceladas para clarificar el concepto de Misión. (Díaz de Santos ha publicado el libro "La Misión en los negocios" de Andrew Campbell y Kiran Tawadey, interesante por la variedad de contenido).

Misión es la tarea principal que justifica la existencia de la empresa. En consecuencia, la misión no es una declaración de principios, de los valores de la empresa o una declaración de buenas intenciones. La Misión la puede redactar el Director General, el  asesor de imagen o el equipo directivo; aunque, personalmente creo que es mejor que lo haga este último, es decir, el equipo directivo.
A la Misión se le atribuyen estrellas en función de la implicación y participación que su redacción conlleve:

Misión 1 estrella El "genio" del Director General

Misión 2 estrellas El Director General con asesores

Misión 3 estrellas El equipo directivo con consenso

Misión 4 estrellas El equipo directivo y mandos

Misión 5 estrellas Participa toda la empresa

La Misión debe tener de 3 estrellas en adelante. La tentación de imponer la Misión suele ser nefasta en todos los casos.

Una de las primeras misiones que tuve que ayudar a realizar fue para una multinacional norteamericana de componentes para el automóvil, con cinco fábricas y sede central en la provincia de Barcelona. Cada director de fábrica tenía total autonomía para vender sus productos a otras empresas del grupo en cualquier lugar del mundo y para elegir, por supuesto, a sus proveedores, fueran o no del grupo. No hace falta que señale aquí la cantidad de problemas de todo tipo que surgían cada día: ofertas disparatadas a clientes, calidades distintas, precios políticos para tener más trabajo que el otro, no servir pedidos no rentables, etc.

Empezamos la sesión presentando qué es la Misión y qué no es, y nuestra intención de crearla para la empresa con la ayuda de todos. El equipo directivo estaba formado por 10 personas incluido el Director General, al que recomendé que hablara poco y el último, para no influenciar a su equipo. El resultado fue que al cabo de dos intensos días (por deseo expreso del colectivo trabajábamos hasta la madrugada) de aportaciones y discusiones terminamos creando una muy buena Misión de la empresa.

El Director General me comentó: "¡Tanto tiempo para escribir 10 líneas de texto!".

Le contesté: "Es cierto, pero ahora tienes a todo tu equipo alineado en la misma dirección".

Cierto que las discusiones fueron tremendas; por ejemplo se discutió si se tenía que fabricar con la "máxima calidad o la óptima calidad". Claro, en el fondo si nos ponemos de acuerdo es lo mismo, pero puede ser muy distinto, en un caso se trata de la calidad con la que podemos fabricar (máxima), en el otro la calidad que pide el cliente (óptima).
Es importante que todos nos pongamos de acuerdo en estos aparentes detalles pero que determinan la marcha de la empresa.

Los beneficios de crear la Misión son múltiples, pero los que destacan son: tener a todo el mundo alineado en la misma dirección y, a partir de aquí, poder establecer los objetivos y determinar quién hace qué.

La Misión es como la brújula indica la dirección a tomar en todo momento, pero hay que hacerla bien.

Por ejemplo, me he encontrado con Misiones que podrían ser de esta empresa o de la empresa de al lado.
La Misión debe diferenciar notablemente a la empresa. En otras misiones no se menciona la palabra rentabilidad, y esto es grave, sea empresa (rentabilidad del capital), sea administración pública (rentabilidad de los recursos disponibles en función de las necesidades del ciudadano). En este sentido resulta muy clarificador  el artículo de Enrique Ogliastri


< http://65.54.244.250/cgi-bin/linkrd?_lang=ES&lah=ba835e4b0686fac23b4131eadbeea4df&lat=1052289940&hm___action=http%3a%2f%2fwww%2edinero%2ecom%2flarevista%2f121%2fCOLUMN_OGLIASTRI%2easp>
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Por último, hay que decir que hay quien redacta un credo y le llama Misión; otros hacen una declaración de valores culturales; para otros es un pasatiempo social, otros ...
La Misión es la brújula con la cual guiarse, pero a diferencia de dicho instrumento, cada dos años o tres es necesario revisarla.


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LA MISIÓN: 

BRÚJULA ESTRATÉGICA

La misión empresarial no es una frase poética consignada en el plan estratégico de la compañía, es una herramienta que responde al propósito de la organización

Por: Carlos López




El plan estratégico de las empresas es un mapa que les permite orientar su accionar en todo momento, tanto a la empresa en general como a sus directivos. 

Dicho plan debe ser congruente con los valores organizacionales, con la filosofía y la cultura empresariales.  Uno de los aspectos críticos en la formulación del plan estratégico es la declaración de la misión corporativa, la cual debe estar alineada con los valores organizacionales.

Es muy común encontrar que la mayoría de la empresas tienen una misión corporativa que generalmente es exhibida en los corredores de la empresa con el ánimo de que propios y extraños la conozcan y se familiaricen con ella, pero, por lo general, la visión no significa mucho para quienes laboran en las firmas.  Para ellos la misión no es más que una sentencia que se les ocurrió a quienes elaboraron el plan estratégico de la compañía, que de por sí no es muy conocido entre los empleados o los directivos.

Así se encuentra que la misión no es más que una bonita frase sin trascendencia alguna, dentro y fuera de la empresa.

Si se observa con mayor detalle la misión se puede decir que sí, es una sentencia bonita (generalmente) pero no pretende solo quedarse allí, pretende convertirse en una guía al momento de tomar decisiones, es una brújula en la orientación estratégica de la firma.  

La misión responde al propósito de la organización, es decir cómo desea que la gente la reconozca después de un tiempo

Cuando se quiere desarrollar el concepto de la misión empresarial, no basta con que el equipo de planeación se formule las siguientes preguntas:

  • ¿qué funciones desempeña la organización? 

  • ¿Cómo las desempeña? 

La misión es más que la función empresarial, además se deben considerar las fuerzas impulsoras y las ventajas competitivas de la organización, el equipo de planeación debe hacerse las siguientes cuatro preguntas básicas [1] :

  • ¿Qué hace su empresa que es único y no lo hace nadie más en su campo de acción? 

  • ¿Cómo trabaja su institución: hay algo diferente en su método, en el medio o la forma de llegar a sus objetivos? 

La misión debe contemplar las fortalezas de la empresa, debe apoyarse en sus ventajas competitivas, solo así será fuente de motivación.

  • ¿Para quién trabaja su institución? 

Involucrando el enfoque hacia el cliente se crea el estímulo preciso para que todos los miembros de la organización se sientan comprometidos con él.

  • ¿Por qué hace lo que hace, qué es eso que nunca podría dejar de hacer, cuál es la justificación social de su existencia?

Si se entiende el sentido de existencia de la compañía hay mayores posibilidades de que la misión realmente funcione como instrumento de orientación estratégica en la toma de decisiones.

La misión es más que la definición de lo que hace la empresa, es una herramienta de orientación estratégica que se utiliza cuando se quiere evaluar una decisión que afecte importantes recursos de la compañía

Una visión que reposa en una hoja de papel no es útil, la misión debe estar clara en la cabeza de cada uno de los miembros de una institución, sólo así será de utilidad, sólo así se le podrá llamar herramienta.  Cuando la organización no tiene conciencia de su misión la herramienta se convierte simplemente en una frase que está por ahí pero que nadie aplica, no podrá recoger los valores institucionales ni será fuente de inspiración para las personas. 

La misión de una biblioteca no sólo es servir a una comunidad de lectores o usuarios en la búsqueda de información, sino también el crear mecanismos para que acudan libre y espontáneamente a adquirir conocimientos, entonces, la misión de la biblioteca es contribuir con el enriquecimiento intelectual de las personas [2]

Algunos ejemplos de declaraciones de misión empresarial, bien estructurados, mal estructurados o utilizados como herramienta en la toma decisiones, no lo se, solo son ejemplos que ubiqué en la red, el lector determinará su utilidad o frivolidad:

"Nuestra misión es ser el distribuidor Nº. 1 de occidente en productos de cuidado personal, alimenticios y servicios a nuestros clientes, y para proporcionar a nuestros accionistas un retorno promedio superior a largo plazo en su inversión"

Comercial Delgado (Venezuela)

"Velar por la sustentabilidad de los recursos pesqueros del país, mediante el adecuado cumplimiento de la normativa pesquera"

SERNAPESCA (Chile)

"Nuestra misión, dentro de un marco regido por la calidad y la excelencia es: Transformar nuestras capacidades y potenciales originando una empresa viva que va hacia adelante de manera continua, para convertirse sin tardanza y duda alguna en la referencia mundial en el campo de la dermatología. Satisfaciendo así las necesidades de nuestros clientes, e investigando y ofreciendo productos y servicios con un índice óptimo de calidad, que nos permitan prosperar como negocio, contribuir al desarrollo del país y así poder proveer a nuestros accionistas de una utilidad razonable sobre su inversión."

Galderma (México)

"La misión de la Universidad Católica de Temuco es promover la dignidad humana y el desarrollo de los pueblos, en un proceso marcado por la búsqueda de la verdad y el conocimiento en las ciencias, las artes y la cultura, a la luz del Evangelio, produciendo como servicios básicos docencia, investigación y extensión"

Universidad Católica de Temuco (Chile)



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