Cuando llego a trabajar con algún cliente nuevo, una de mis funciones es retar el “status quo”. Me encanta hacer preguntas sobre las actividades que hacen en la empresa e investigar a fondo el por qué o para qué las hacen.
Al entrevistar a los empleados de los diferentes departamentos y realizarles estas preguntas, invariablemente, me encuentro con respuestas como “así me lo enseñaron” o “así lo hacía la persona que estaba anteriormente en el puesto“. La pregunta que sigue no es difícil de imaginar, “¿es la mejor forma de hacerlo, en tu experiencia?”. Esta pregunta casi siempre incomoda a las personas ya que las enfrenta a sus propios paradigmas. Usualmente la contestación es sencilla pero muy informativa…”nunca me había puesto a pensarlo, yo lo hago así porque así me dijeron que lo hiciera…y siempre se ha hecho”.
Y esto no sucede solamente en las empresas, también está presente en nuestra vida familiar y personal a través de nuestros hábitos, comportamientos, rutinas…
Me recuerda un pequeño cuento que suelen utilizar en la India y que me gustaría compartir contigo….
El gato que vivía en el Ashram
Había una vez un gurú que dirigía un ashram en la India.
Un buen día, llegó al lugar un hermoso gato, quien seguía al gurú por todos lados. El gurú y el gato se encariñaron mucho el uno con el otro y se volvieron inseparables.
Resultó que durante las meditaciones diarias y durante las pláticas del maestro, el gato se paseaba interminablemente por entre los discípulos, distrayendo su atención.
Por eso, un día, el maestro tomó la decisión de que cinco minutos antes de empezar cada charla, ataran al gato para que no interrumpiera.
Así pasaron los años hasta que el gurú murió, y su discípulo más viejo lo sustituyó.
Cinco minutos antes de su primera charla, el nuevo gurú mandó atar al gato. Tardaron 20 minutos en encontrarlo.
Con el tiempo el gato también murió. El nuevo gurú inmediatamente mandó que consiguieran otro gato para poder atarlo antes de las meditaciones…