Artículo original escrito por Jero Sánchez. Sígueme en Twitter.
En cuanto uno empieza a investigar en blogs sobre el método de productividad GTD, enseguida observa la tendencia a opinar que se trata de un método complicado. Fruto de ello ha sido la aparición de algunas variantes más o menos exitosas, siendo la más conocida ZTD (Zend To Done), que popularizó Leo Babauta en su blog Zen Habits.
Algunos de mis lectores incluso me han llegado a comentar que les gusta GTD en la teoría, pero que lo ven muy difícil de llevar a la práctica. Que está muy bien para un alto ejecutivo de empresa con cientos de tareas y proyectos, pero que no ven cómo una persona común puede beneficiarse.
Ni que decir tiene que estas afirmaciones no tienen fundamento. Abundan los casos de personas “normales” que han implementado GTD –como yo mismo– y lo siguen utilizando con éxito todos los días. Entonces, ¿de dónde viene la percepción de que GTD es un método complicado?
En mi opinión, muchos practicantes de GTD comenten 2 errores. El primer error es un error de concepto. Aunque decimos que GTD es un método, en realidad se trata de un marco de referencia –lo que los anglosajones denominan “framework”– para implementar un sistema de productividad personal. Es decir, las herramientas y técnicas que se describen en el libro no están pensadas para ser implementadas todas de forma obligatoria, ni tampoco de la misma forma que son sugeridas por David Allen. Esto es algo que el mismo Allen se ha encargado de explicar en multitud de ocasiones.
Como todo marco de referencia, GTD incorpora un proceso básico de trabajo que, este sí, es de implementación “obligatoria”. Dicho proceso –recopilar, procesar, organizar, ejecutar y revisar– está perfectamente definido, y alrededor del mismo se describen multitud de otras técnicas que, en cada caso particular, serán adaptadas, usadas tal cual, o simplemente descartas por no ser aplicables.
Y aquí viene el segundo error: tratar de implementar GTD de forma literal, según es explicado por David Allen. Como todo marco de referencia, GTD puede –y debe– ser adaptado para cada caso particular. Así, la implementación de un jefe de proyectos debería ser muy diferente de la de un estudiante universitario.
¿Quién dice que debamos tener un archivador metálico de tres cuerpos para el archivo de referencia? ¿O que tengamos que realizar revisiones diarias de todo el sistema? ¿O que tengamos que usar libretas Moleskine? ¿O que tengamos que organizar las siguientes acciones en 15 contextos?
La complejidad de nuestro método será aquella que nosotros queramos imprimirle, según nuestras necesidades particulares y nuestra forma de trabajo, y en ningún caso podemos achacársela a GTD.
Como corolario, y desde este punto de vista, ZTD y otras variantes son simplemente distintas implementaciones de GTD –adaptaciones del marco de referencia– para casos particulares. De ningún modo se pueden considerar métodos distintos de GTD.
¿Tú que opinas? ¿Te resulta complicado implementar GTD? ¿Crees que quizá seamos nosotros quienes lo complicamos? Comparte tu opinión en un comentario.
Foto por: gtuckerkellogg (via Flickr)