Pienso, luego soy Productivo
Decía Ralph Waldo Emerson que "El ancestro de toda acción es un pensamiento", lo cual ilustra muy bien la idea central de esta entrada.
Veíamos hace algunas semanas cómo antes el trabajo era algo evidente, mientras hoy día no está tan claro, y también cómo una de las causas de este cambio era que el trabajo en general había evolucionado, dejando de ser del tipo "línea de producción" para convertirse en lo que Peter Drucker llama "trabajo del conocimiento".
Esta es la razón por la que uno de los principios operativos básicos de GTD es que tenemos que pensar más a menudo en las cosas que tenemos que hacer.
Citando nuevamente a Peter Drucker, "En el trabajo del conocimiento... la tarea no se supone, sino que ha de determinarse. '¿Cuáles son los resultados que se esperan de este trabajo?', es... la pregunta clave para hacer que el trabajador del conocimiento sea productivo, y se trata de una pregunta que requiere decisiones arriesgadas. Por regla general, no suele haber una única respuesta adecuada, sino varias opciones. Asimismo, se han de especificar claramente los resultados para poder alcanzar un buen nivel de productividad."
Lo que ocurre es que no nos han enseñado que tenemos que pensar en nuestro trabajo antes de poder hacerlo, lo cual se suma al hecho de que buena parte de nuestra actividad diaria sigue estando definida por cosas que aún se han de hacer o mover, es decir, del tipo "línea de producción".
Concentrarnos, pensar y definir cuáles son los resultados deseados es algo que pocas personas ven necesario. De hecho, muchas son reacias a hacerlo porque les parece superfluo y no creen que les vaya a compensar el esfuerzo extra que supone aclarar y decidir lo que tienen que hacer.
Es más, en muchas ocasiones, pararse a pensar en lugar de ponernos inmediatamente manos a la obra, puede ser interpretado como una falta de interés, diligencia o sentido de la urgencia.
Sin embargo, lo cierto es que pensar en los resultados es uno de los modos disponibles más efectivos para convertir los deseos en realidad, sencillamente porque nos sitúa un paso más cerca de ello al ayudarnos a aclarar qué es lo que queremos conseguir, qué necesitamos para ello y, sobre todo, cual es la siguiente acción requerida.
Veíamos hace algunas semanas cómo antes el trabajo era algo evidente, mientras hoy día no está tan claro, y también cómo una de las causas de este cambio era que el trabajo en general había evolucionado, dejando de ser del tipo "línea de producción" para convertirse en lo que Peter Drucker llama "trabajo del conocimiento".
Esta es la razón por la que uno de los principios operativos básicos de GTD es que tenemos que pensar más a menudo en las cosas que tenemos que hacer.
Citando nuevamente a Peter Drucker, "En el trabajo del conocimiento... la tarea no se supone, sino que ha de determinarse. '¿Cuáles son los resultados que se esperan de este trabajo?', es... la pregunta clave para hacer que el trabajador del conocimiento sea productivo, y se trata de una pregunta que requiere decisiones arriesgadas. Por regla general, no suele haber una única respuesta adecuada, sino varias opciones. Asimismo, se han de especificar claramente los resultados para poder alcanzar un buen nivel de productividad."
Lo que ocurre es que no nos han enseñado que tenemos que pensar en nuestro trabajo antes de poder hacerlo, lo cual se suma al hecho de que buena parte de nuestra actividad diaria sigue estando definida por cosas que aún se han de hacer o mover, es decir, del tipo "línea de producción".
Concentrarnos, pensar y definir cuáles son los resultados deseados es algo que pocas personas ven necesario. De hecho, muchas son reacias a hacerlo porque les parece superfluo y no creen que les vaya a compensar el esfuerzo extra que supone aclarar y decidir lo que tienen que hacer.
Es más, en muchas ocasiones, pararse a pensar en lugar de ponernos inmediatamente manos a la obra, puede ser interpretado como una falta de interés, diligencia o sentido de la urgencia.
Sin embargo, lo cierto es que pensar en los resultados es uno de los modos disponibles más efectivos para convertir los deseos en realidad, sencillamente porque nos sitúa un paso más cerca de ello al ayudarnos a aclarar qué es lo que queremos conseguir, qué necesitamos para ello y, sobre todo, cual es la siguiente acción requerida.
Decía Ralph Waldo Emerson que "El ancestro de toda acción es un pensamiento", lo cual ilustra muy bien la idea central de esta entrada.
Veíamos hace algunas semanas cómo antes el trabajo era algo evidente, mientras hoy día no está tan claro, y también cómo una de las causas de este cambio era que el trabajo en general había evolucionado, dejando de ser del tipo "línea de producción" para convertirse en lo que Peter Drucker llama "trabajo del conocimiento".
Esta es la razón por la que uno de los principios operativos básicos de GTD es que tenemos que pensar más a menudo en las cosas que tenemos que hacer.
Citando nuevamente a Peter Drucker, "En el trabajo del conocimiento... la tarea no se supone, sino que ha de determinarse. '¿Cuáles son los resultados que se esperan de este trabajo?', es... la pregunta clave para hacer que el trabajador del conocimiento sea productivo, y se trata de una pregunta que requiere decisiones arriesgadas. Por regla general, no suele haber una única respuesta adecuada, sino varias opciones. Asimismo, se han de especificar claramente los resultados para poder alcanzar un buen nivel de productividad."
Lo que ocurre es que no nos han enseñado que tenemos que pensar en nuestro trabajo antes de poder hacerlo, lo cual se suma al hecho de que buena parte de nuestra actividad diaria sigue estando definida por cosas que aún se han de hacer o mover, es decir, del tipo "línea de producción".
Concentrarnos, pensar y definir cuáles son los resultados deseados es algo que pocas personas ven necesario. De hecho, muchas son reacias a hacerlo porque les parece superfluo y no creen que les vaya a compensar el esfuerzo extra que supone aclarar y decidir lo que tienen que hacer.
Es más, en muchas ocasiones, pararse a pensar en lugar de ponernos inmediatamente manos a la obra, puede ser interpretado como una falta de interés, diligencia o sentido de la urgencia.
Sin embargo, lo cierto es que pensar en los resultados es uno de los modos disponibles más efectivos para convertir los deseos en realidad, sencillamente porque nos sitúa un paso más cerca de ello al ayudarnos a aclarar qué es lo que queremos conseguir, qué necesitamos para ello y, sobre todo, cual es la siguiente acción requerida.
Veíamos hace algunas semanas cómo antes el trabajo era algo evidente, mientras hoy día no está tan claro, y también cómo una de las causas de este cambio era que el trabajo en general había evolucionado, dejando de ser del tipo "línea de producción" para convertirse en lo que Peter Drucker llama "trabajo del conocimiento".
Esta es la razón por la que uno de los principios operativos básicos de GTD es que tenemos que pensar más a menudo en las cosas que tenemos que hacer.
Citando nuevamente a Peter Drucker, "En el trabajo del conocimiento... la tarea no se supone, sino que ha de determinarse. '¿Cuáles son los resultados que se esperan de este trabajo?', es... la pregunta clave para hacer que el trabajador del conocimiento sea productivo, y se trata de una pregunta que requiere decisiones arriesgadas. Por regla general, no suele haber una única respuesta adecuada, sino varias opciones. Asimismo, se han de especificar claramente los resultados para poder alcanzar un buen nivel de productividad."
Lo que ocurre es que no nos han enseñado que tenemos que pensar en nuestro trabajo antes de poder hacerlo, lo cual se suma al hecho de que buena parte de nuestra actividad diaria sigue estando definida por cosas que aún se han de hacer o mover, es decir, del tipo "línea de producción".
Concentrarnos, pensar y definir cuáles son los resultados deseados es algo que pocas personas ven necesario. De hecho, muchas son reacias a hacerlo porque les parece superfluo y no creen que les vaya a compensar el esfuerzo extra que supone aclarar y decidir lo que tienen que hacer.
Es más, en muchas ocasiones, pararse a pensar en lugar de ponernos inmediatamente manos a la obra, puede ser interpretado como una falta de interés, diligencia o sentido de la urgencia.
Sin embargo, lo cierto es que pensar en los resultados es uno de los modos disponibles más efectivos para convertir los deseos en realidad, sencillamente porque nos sitúa un paso más cerca de ello al ayudarnos a aclarar qué es lo que queremos conseguir, qué necesitamos para ello y, sobre todo, cual es la siguiente acción requerida.